LA EUCARISTIA COMO SACRAMENTO
Noción de Eucaristía:
La Eucaristía es el sacramento en el cual bajo las
especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y
sustancialmente presente, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad.
Es, por eso, el más sublime de los sacramentos, de donde
manan y hacia el convergen todos los demás, centro de la vida
litúrgica, expresión y alimento de la comunión
cristiana.
Antes de la llegada a la tierra de Nuestro Señor
Jesucristo, la Eucaristía que habría de venir fue
prefigurada de diversos modos en el Antiguo Testamento. Fueron figuras
de este sacramento:
--El maná con el que Dios alimentó a los israelitas
durante cuarenta años en el desierto (Éxodo 16), y al que
Jesús se refiere explícitamente en el discurso
eucarístico de Cafarnaúm (Juan 6,31ss).
--El sacrificio de Melquisedec, gran sacerdote, que ofreció pan
y vino para dar gracias por la victoria de Abraham (Génesis
14,18); gesto que luego será recordado por San Pablo para hablar
de Jesucristo como de "sacerdote eterno...,según el orden de
Melquisedec" (Hebreos 7,11).
--Los panes de la proposición, que estaban de continuo expuestos
en el Templo de Dios, pudiéndose alimentar con ellos sólo
quienes fueran puros (Éxodo 25,30).
--El sacrificio de Abraham, que ofreció a su Hijo Isaac por ser
ésa la voluntad de Dios (Génesis 22,10).
--El sacrificio del cordero pascual, cuya sangre libró de la
muerte a los israelitas (Éxodo 12).
La Eucaristía fue también preanunciada
varias veces en el Antiguo Testamento:
--Salomón en el libro de los Proverbios: "La Sabiduría se
edificó una casa con siete columnas (los siete sacramentos),
preparó una mesa y envió a sus criados a decir: "Venid,
comed el pan y bebed el vino que os he preparado" (Proverbios 9,1).
--El profeta Zacarías predijo la fundación de la Iglesia
como una abundancia de bienes espirituales, y habló del "trigo
de los elegidos y del vino que hace germinar la pureza"
(Zacarías 9,17).
--El profeta Malaquías, hablando de las impurezas de los
sacrificios de la ley antigua, puso en boca de Dios este anuncio del
sacrificio de la nueva ley: "Desde donde sale el sol hasta el ocaso,
grande
es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se sacrifica y ofrece a
mi nombre una oblación pura" (Malaquías 1,10ss).
La verdad de la Presencia real, corporal y substancial de
Jesús en la Eucaristía, fue profetizada por el mismo
Señor antes de instituirla, durante el discurso que
pronunció
en la Sinagoga de Cafarnaúm, al día siguiente de haber
hecho
el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces:
"En verdad, en verdad os digo, Moisés nos os
dió el pan del cielo; es mi Padre quien os dará el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es Aquel que desciende
del cielo y
da la vida al mundo. Le dijeron: "Señor, danos siempre este
pan". Les respondió Jesús: Yo soy el pan de vida...Si uno
come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo
daré es mi carne, para la vida del mundo" (Juan 6,32-34, 51).
Santo Tomás de Aquino señala la preeminencia
de la Eucaristía sobre todos los demás sacramentos:
--Por su contenido: en la Eucaristía no hay, como en todos los
demás, una virtud otorgada por Cristo para darnos la
gracia, sino que es Cristo mismo quien se halla presente; Cristo,
fuente
de todas las gracias.
--Por la subordinación de los otros seis sacramentos a la
Eucaristía, como a su último fin: todos tienden a
disponer más convenientemente al alma a la recepción de
la Eucaristía.
--Por el rito de los otros sacramentos, que la mayor parte de las veces
se completan con la Eucaristía.
LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY
Que la Eucaristía es verdadero y propio sacramento
constituye una verdad de fe declarada por el Magisterio de la Iglesia.
Se deduce del hecho de que en ella se cumplen las notas esenciales de
los sacramentos de la Nueva Ley:
a) El signo externo, que son los accidentes de pan y vino (materia) y
las palabras de la consagración (forma).
b) Para conferir la gracia, como afirma el mismo Cristo: "El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Juan 6,54), o sea, la
gracia, que es la incoación de la vida eterna.
c) Instituido por Cristo en la Última Cena, como consta
repetidamente en la Escritura: "Mientras comían, Jesús
tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los
discípulos, dijo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Y tomando el
cáliz y dando gracias, se los dio, diciendo: Bebed de él
todos, que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que
será derramada por muchos para remisión de los pecados"
(Mateo 26,26-28). Este pasaje lo recogen también San Marcos
(14,22-25), San Lucas (22,19-20) y San Pablo (1 Cor 11,23-26).
EL SIGNO EXTERNO DE LA EUCARISTIA
La materia para la confección de la
Eucaristía es el pan de trigo y el vino de vid. Esta es una
verdad de fe, definida en el Concilio de Trento.
La seguridad de la materia proviene de la
utilización por parte de Cristo de ambos elementos durante la
Última Cena: Mateo 26,26-28; Marcos 14,22-25; Lucas 22,19-20; 1
Cor 11,23-26.
Para la validez del sacramento se precisa:
--Que el pan sea exclusivamente de trigo (amasado con harina de
trigo y agua natural, y cocido al fuego), de modo que sería
materia
inválida el pan de cebada, de arroz, de maíz., o el
amasado
con aceite, leche, etc.
--Que el vino sea de vid (del líquido que se obtiene exprimiendo
uvas maduras, fermentado); sería materia inválida el vino
agriado (vinagre), o cualquier tipo de vino hecho de otra fruta, o
elaborado artificialmente.
Para la licitud del sacramento se requiere:
--Que el pan sea ázimo (no fermentado, hecho recientemente, de
manera que no haya peligro de corrupción).
--Que al vino se le añadan unas gotas de agua. El mezclar agua
al vino era práctica universal entre los judíos, y
seguramente así lo hizo Jesucristo, y también entre
griegos y romanos.
La forma son las palabras con las que Cristo
instituyó este sacramento: "Esto es mi Cuerpo...Esta es mi
Sangre".
El Concilio de Trento enseña que, según la
fe incesante de la Iglesia, "inmediatamente después de la
consagración, es decir, después de pronunciadas las
palabras de la institución, se hallan presentes el verdadero
Cuerpo y la verdadera Sangre del Señor".
LOS EFECTOS DE LA RECEPCION EUCARISTICA:
Los efectos que la recepción de la
Eucaristía produce en el alma, son los siguientes:
A) Aumento de la gracia santificante.
La Sagrada Eucaristía es capaz de producir por
sí misma un aumento de gracia santificante mayor que cualquier
otro sacramento, por contener al mismo Autor de la gracia. Por eso se
puede
decir que, al ser la gracia unión con Cristo, el fruto principal
de la Eucaristía es la unión íntima que se
establece entre quien recibe el sacramento y Cristo mismo.
Tan profunda es esta mutua inhesión de Cristo en el
alma y de ésta en Aquél, que puede hablarse de una
verdadera transformación del alma en Cristo.
B) Gracia sacramental específica.
La gracia sacramental específica de la
Eucaristía es la llamada gracia nutritiva, porque se nos da a
manera de alimento divino que conforta y vigoriza en el alma la vida
sobrenatural.
C) Perdón de los pecados veniales.
También se perdonan los pecados veniales, alejando
del alma la debilidad espiritual. Los pecados veniales, en efecto,
constituyen una enfermedad del alma que se encuentra débil para
resistir al pecado mortal.
D) Prenda de vida eterna.
De acuerdo a las palabras de Cristo en Cafarnaúm,
la Eucaristía constituye un adelanto de la bienaventuranza
celestial y de la futura resurrección del cuerpo: "El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día" (Juan 6,54).
NECESIDAD DE LA EUCARISTIA
Hemos dicho que el único sacramento absolutamente
indispensable para salvarse es el Bautismo: si un niño
recién bautizado muere, se salva, aunque no haya comulgado. Sin
embargo, para un bautizado que ha llegado al uso de razón, la
Eucaristía resulta también requisito indispensable,
según las palabras de Jesucristo: "Si no coméis la Carne
del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis
vida en vosotros" (Juan 6,53).
En correspondencia con ese precepto divino, la Iglesia
ordena en su tercer mandamiento, que al menos una vez al año y
por Pascua de Resurrección, todo cristiano con uso de
razón
debe recibir la Eucaristía. También hay obligación
de comulgar cuando se está en peligro de muerte: en este caso la
comunión se recibe a modo de Viático, que significa
preparación
para el viaje de la vida eterna.
Esto, sin embargo, es lo mínimo, y el precepto ha
de ser entendido: la Iglesia desea que se reciba al Señor con
frecuencia, incluso diariamente.
EL MINISTRO DE LA EUCARISTIA
"Sólo el sacerdote válidamente ordenado es
ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía,
actuando en la persona de Cristo" (Catecismo de la Iglesia
Católica).
La validez de la confección de la Eucaristía
depende, por tanto, de la validez de la ordenación: consagrar
es tarea propia y exclusiva del sacerdocio ministerial.
La prueba que ofrece la Escritura es concluyente: el
encargo hecho por Cristo en la intimidad del Cenáculo a sus
Apóstoles y a sus sucesores "Haced esto en memoria mía"
(Lucas 22,19; 1 Cor 11,24), va dirigido exclusivamente a ellos, y no a
la multitud de sus
discípulos.
EL SUJETO DE LA RECEPCION DE LA EUCARISTIA
Todo bautizado es sujeto capaz de recibir
válidamente la Eucaristía, aunque se trate de un
niño.
Para la recepción lícita o fructuosa
se requiere:
a) Estado de gracia, y
b) La intención recta, buscando la unión con Dios
y no por otras razones.
La Iglesia (apoyándose en las duras amonestaciones
del Apóstol Pablo para que los fieles examinen su conciencia
antes de acercarse a la Eucaristía : 1 Cor 11,27-29), ha exigido
siempre el estado de gracia, de modo que si uno tiene conciencia de
haber pecado mortalmente, no debe acercarse a la Eucaristía sin
haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la
Penitencia.
Así como nada aprovecha a un cadáver
el mejor de los alimentos, así tampoco aprovecha la
Comunión al alma que está muerta a la vida de la gracia
por el pecado mortal.
El pecado venial no es obstáculo para comulgar,
pero es propio de la delicadeza y del amor hacia el Señor
dolerse en ese momento hasta de las faltas más pequeñas,
para que Él encuentre el corazón bien dispuesto.
La Comunión deberá ir precedida de una buena
preparación y seguida de una conveniente acción de
gracias.
Junto a las disposiciones interiores del alma, y como
lógica manifestación, están las del cuerpo:
además del ayuno, el modo de vestir, las posturas, etc., que son
signos de respeto y reverencia.
Quien va a recibir la Santísima Eucaristía,
ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos durante
una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción
sólo del agua y de las medicinas.
LA PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA
EL HECHO DE LA PRESENCIA REAL
Por la fuerza de las palabras de la consagración,
Cristo se hace presente tal y como existe en la realidad, bajo las
espcies de pan y vino y, en consecuencia, ya que está vivo y
glorioso
en el cielo al modo natural, en la Eucaristía está
presente
todo entero, de modo sacramental. Por eso se dice, por concomitancia,
que con el Cuerpo de Jesucristo está también su Sangre,
su Alma y su Divinidad; y, del mismo modo, donde está su Sangre,
está también su Cuerpo, su Alma y su Divinidad.
La fe en la presencia real, verdadera y sustancial
de Cristo en la Eucaristía nos asegura, por tanto, que
allí está el mismo Jesús que nació de la
Virgen Santísima, que vivió ocultamente en Nazareth
durante 30 años, que predicó y se preocupó de
todos los hombres durante su vida pública, que murió en
la Cruz y, después de haber resucitado y ascendido a los cielos,
está ahora sentado a la derecha del Padre.
Está en todas las formas consagradas, y en cada
partícula de ellas, de modo que, al terminar la Santa Misa,
Jesús sigue presente en las formas que se reservan en el
Sagrario, mientras
no se corrompe la especie de pan, que es el signo sensible que contiene
el Cuerpo de Cristo.
La verdad de la Presencia real y sustancial de
Jesús en la Eucaristía, fue revelada por Él mismo
durante el discurso que pronunció en Cafarnaúm al
día siguiente de haber hecho el milagro de la
multiplicación de los panes: Juan 6,51-56.
Esa promesa de Cafarnaúm tuvo cabal cumplimiento en
la cena pascual prescrita por la ley hebrea, que el Señor
celebró con sus Apóstoles, la noche del Jueves Santo.
Tenemos cuatro relatos de este acontecimiento: Mateo 22,19-20; Marcos
14,22-24; Lucas 22,19-20; y 1 Corintios 11,23-25.
Es imposible hablar de manera más realista e
indubitable: no hay dogma más manifiesto y claramente expresado
en la Sagrada Escritura. Lo que Cristo prometió en
Cafarnaúm, lo realizó en Jerusalén en la
Última Cena.
Las palabras de Jesucristo fueron tan claras, tan
categórico el madato que dio a sus discípulos: "Haced
esto en memoria mía" (Lucas 22,19), que los primeros cristianos
comenzaron a reunirse para celebrar juntos la "fracción del
pan", después de la Ascensión del Señor a los
cielos:
"Todos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en
la comunicación de la fracción del pan y en la
oración" (Hechos 2,42).
"El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no
es la comunión con la Sangre de Cristo?. El pan que partimos,
¿no es comunión del Cuerpo de Cristo?...Porque cuantas
veces comáis este pan y bebáis el cáliz,
anunciáis la muerte
del Señor hasta que Él venga. De modo que quien comiere
el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente,
será
reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor" (1 Cor 10,16; 11,26-27).
El Magisterio de la Iglesia nos enseña que en el
sacrosanto sacramento de la Eucaristía, se produce una singular
y maravillosa conversión de toda la substancia del pan en el
Cuerpo de Cristo, y de toda la substancia del vino en la Sangre;
conversión que la Iglesia católica llama
aptísimamente "Transubstanciación".
La Transubstanciación se verifica en el momento en
que el sacerdpte pronuncia sobre la materia las palabras de la forma:
Esto es mi Cuerpo...Esta es mi Sangre. De manera que habiéndose
pronunciado, no existen ya ni la substancia del pan ni la substancia
del vino: sólo existen sus accidentes o apariencias exteriores.
Se entiende por accidente, todo aquello que es perceptible
por los sentidos, como el tamaño, la extensión, el peso,
el color, el olor, el sabor, etc.
Jesucristo no se encuentra en la Hostia al modo de
los cuerpos, que ocupan una extensión material determinada, sino
al modo de la substancia, que está toda entera en cada parte del
lugar. Por ello, al dividirse la Hostia, está todo Cristo en
cada
fragmento de ella.
No está únicamente el Cuerpo de Cristo bajo
la especie del pan, ni únicamente su Sangre bajo la especie del
vino, sino que en cada uno se encuentra Cristo entero.
La doble consagración del pan y del vino fue
realizada por Cristo para representar mejor aquello que la
Eucaristía renueva: la muerte cruenta del Salvador, que supuso
una separación del Cuerpo y de la Sangre. Por ello, el sacerdote
consagra separadamente el pan y el vino.