MILAGRO EUCARÍSTICO DE ALATRI
1228
Italia
En Alatri se conserva todavía
hoy en la Catedral de San Pablo Apóstol, la Reliquia del Milagro Eucarístico
ocurrido en 1228 que consiste en un fragmento de Partícula convertida
en carne. Una joven mujer, para reconquistar el amor de su novio buscó
una hechicera.
Ésta le ordenó robar una Hostia consagrada para
hacer con ella un brebaje de amor. Durante una Misa, la joven logró
esconder una Hostia en una tela. Llegando a su casa se dio cuenta que la
Hostia se había transformado en carne sangrante.
Entre los numerosos documentos que certifican el hecho, se destaca
uno con la Bula del Sumo Pontífice Gregorio IX (13 de marzo de 1228).
El testimonio más acreditado de este Milagro se encuentra en la Bula
Fraternitas tuæ, escrita por el Papa Gregorio IX (13 de marzo de 1228)
en respuesta al Obispo de Alatri, Juan V.
Gregorio Obispo, Siervo de los siervos de Dios al Venerable
Hermano Obispo de Alatri, salud y bendición Apostólica. El
texto dice así: Hemos recibido tu carta, queridísimo hermano,
que nos informaba como una cierta joven sugestionada por el malvado consejo
de una maléfica mujer, después de haber recibido del sacerdote
el Cuerpo sagradísimo de Cristo, la mantiene en boca hasta el momento
en que, acogida la ocasión favorable, la pudo esconder en un paño,
donde, después de tres días, encontró el mismo Cuerpo,
que había recibido en forma de pan, transformado en carne, como hasta
ahora cualquiera puede constatar con sus propios ojos. Después de
que una y la otra mujer te han humildemente revelado, deseas un dictamen
nuestro acerca del castigo que han de meritar las culpables. En primer lugar,
debemos dar gracias con todas nuestras fuerzas, a Aquel que, a pesar de operar
en toda cosa en modo maravilloso, todavía en cualquier ocasión
repite milagros y suscita prodigios nuevos, para robustecer la fe en la verdad
de la Iglesia Católica, sosteniendo la esperanza, re-encendiendo la
caridad, llamando a los pecadores, convierta los pérfidos y confunda
la maldad de los herejes.
Por tanto, queridísimo hermano, por medio de esta carta
apostólica, disponemos que tú establezcas un castigo más
leve a la más joven, que retenemos sea la que cumplió la acción
delictiva mas por debilidad que por maldad, especialmente porque es de creerse
que se sea suficientemente arrepentido al confesar su pecado.
A la instigadora entonces, que con su perversión la orilló
a cometer el sacrilegio, después de haberle aplicado las medidas disciplinarias
que creemos oportuno confiar a tu criterio, impón que, visitando al
Obispo más cercano, confiese su pecado, implorando, con devota sumisión,
el perdón. El Sumo Pontífice interpretó el episodio
como una señal contra las herejías difusas acerca de la presencia
real de Jesús en la Eucaristía y perdonó las dos mujeres
arrepentidas.