NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
La Virgen de Luján
o Nuestra Señora de Luján, es una de las advocaciones con la
que se venera la figura de la Virgen María en el catolicismo. Se la
considera patrona de Argentina, Paraguay y Uruguay.
La imagen original es pequeña y sencilla, de solo 38
cm de altura, realizada en arcilla cocida y representativa de la Inmaculada
Concepción. Los hechos que se sucedieron en torno a ella y que determinaron
su permanencia en las cercanías del río Luján en el
siglo XVII fueron interpretados como providenciales por lo fieles católicos.
Desde las primeras marchas obreras hacia la basílica de Nuestra Señora
de Luján a fines del siglo XIX, hasta las multitudinarias peregrinaciones
anuales en el presente, que han superado largamente el millón de personas,Nuestra
Señora de Luján se ha convertido en una imagen emblemática,
que convoca las mayores manifestaciones de fe de la Argentina. Hoy se la
considera uno de los símbolos de la cultura de ese país.
El origen de la advocación se remonta a 1630. Antonio
Farías Sáa, un hacendado portugués radicado en Sumampa
(actual provincia de Santiago del Estero, Argentina), quiso erigir en su
estancia una capilla en honor de la Virgen. Solicitó a un compatriota
suyo, residente en Brasil, el envío de una imagen de la Inmaculada
Concepción de María. Para una mejor elección, su amigo
le envió dos imágenes. En el mes de mayo de 1630, las imágenes
de la Virgen llegaron al puerto de Buenos Aires procedentes de San Pablo
y, acondicionadas en sendos cajones, fueron colocadas en una carreta.
Representación de la escena en que se descubre la imagen
de Nuestra Señora de Luján en una de las cajas transportadas
en carreta desde Buenos Aires. El hecho habría tenido lugar en el
paraje de Zelaya, en la provincia de Buenos Aires.Luego de tres días
de viaje, la caravana a la cual se incorporó la carreta hizo un alto
a 5 leguas de la actual ciudad de Luján, en el paraje de Zelaya, para
pernoctar en la Estancia de Rosendo de Trigueros.
Al día siguiente, ya dispuestos a continuar la marcha,
los bueyes no consiguieron mover la carreta. Después de intentos fallidos,
bajaron uno de los cajones y los bueyes iniciaron la marcha sin dificultad.
Intrigados por el contenido del cajón, encontraron al abrirlo una
imagen pequeña (38 cm de altura) de arcilla cocida que representaba
la Inmaculada Concepción. Los creyentes interpretaron el hecho como
providencial, y entregaron la imagen para su custodia a don Rosendo de Oramas,
el dueño de la casa ubicada en la actual localidad de Zelaya, del
partido del Pilar, a algo más de 20 km del actual emplazamiento del
santuario. La segunda imagen, que representaba a María con el niño
en sus brazos, llegó a destino, y en 1670 se le construyó un
santuario donde se la veneró bajo la advocación de Nuestra
Señora de la Consolación.
Enterados del hecho en Buenos Aires, muchos vecinos acudieron
a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, don Rosendo le hizo construir
una ermita donde permaneció desde 1630 hasta 1674.
De hecho hoy existe en aquel emplazamiento, conocido como Lugar
del milagro, un convento y una pequeña capilla de adobe y piso de
tierra -que puede visitarse- que recuerda a aquella ermita que se erigiera
como primer santuario.
Se la llamó la Virgen Estanciera y la Patroncita Morena.
Manuel, un pequeño esclavo que venía con la caravana y fue
testigo de lo sucedido, viendo su patrón el intenso amor que demostraba
a la Virgen lo dejó a las órdenes de la Inmaculada. Se lo destinó
al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba
del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos
de los peregrinos. Al fallecer don Rosendo, su estancia quedó abandonada,
pero Manuel continuó, con constancia, el servicio que se había
impuesto.
Muy preocupada con la «soledad de la Virgen» en
ese paraje que hoy es Zelaya, la señora Ana de Matos, viuda del capitán
español Marcos de Sequeira y propietaria de una estancia muy bien
defendida ubicada sobre la margen derecha del río Luján, no
viendo ningún interés por parte de las autoridades civiles
y eclesiásticas, le solicitó al administrador de la estancia
del fallecido don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján.
Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla
«digna y cómoda», facilitando la estadía de los
peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña
Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Feliz de haber logrado su propósito, la instaló
en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió
ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen
no estaba en su altar. Al buscarla se la encontró en el «Lugar
del Milagro».
Se creyó en un principio que era el propio Manuel - a
quien no habían permitido en un principio acompañar a la Virgen
- quien llevaba a la «Patroncita Morena» a su antigua morada.
Hasta se lo llegó a estaquear en el piso para que no hurtara la imagen.
Sin embargo la imagen seguía «volviendo» a su primer lugar.
Fileteado porteño realizado por Edgardo Morales (2001),
que muestra en el centro a la Virgen de Luján. Centro Cultural Marcó
del Pont, en el barrio de Flores, ciudad de Buenos Aires.Ello ocurrió
varias veces hasta que enterado del hecho, considerado milagroso por los
católicos, el obispo de Buenos Aires fray Cristóbal de Mancha
y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez
de Salazar, organizaron el traslado de la imagen, acompañada por doña
Ana y Manuel.
En 1886, el padre Salvaire presentó al papa León
XIII la petición del episcopado y de los fieles del Río de
la Plata para la coronación de la Virgen. León XIII bendijo
la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que
quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después
de Pascua. La coronación se realizó en mayo de 1887.
El primer santuario dedicado a Nuestra Señora de Luján
se inauguró el 8 de diciembre de 1763 y en él hicieron profesión
de fe y se encomendaron buena parte de los próceres argentinos durante
la época de la emancipación: Manuel Belgrano, José de
San Martín, Cornelio Saavedra, Domingo French, Nicolás de la
Quintana, José Rondeau, Juan Martín de Pueyrredón, Ramón
Balcarce, Martín Rodríguez, Estanislao Soler, Manuel Dorrego,
y otros líderes y caudillos de la independencia le tributaron el homenaje
de su reconocimiento.[3] [4] [5]
Al dirigirse al Paraguay al mando de una expedición,
Manuel Belgrano se detuvo en Luján varios días, mandó
celebrar una misa cantada el 27 de septiembre de 1810 e hizo varias visitas
a Nuestra Señora en el camarín.
Además de rendirle homenaje por su participación
en la gesta de la independencia, Belgrano era recordado con especial afecto
por haber residido en Luján durante 1814 y haber consagrado trofeos
de guerra a la Virgen de la villa. Entre ellos se cuentan las dos banderas
de división realistas arrebatadas por el Ejército del Norte
al ejército del general Pío Tristán en la Batalla de
Salta, y que Belgrano destinó a Nuestra Señora de Luján
en acción de gracias por su protección.