SAN RAFAEL ARCÁNGEL Y LA PESTE
DE CÓRDOBA, ESPAÑA
En España, en la ciudad
de Córdoba, había una peste terrible. Los muertos eran muchos
y hasta quedaban tirados por las calles sin que nadie se atreviera a recogerlos.
Pero lo triste era que muchos morían sin sacramentos, porque había
pocos confesores sobrevivientes. Simón de Sousa, religioso, que toda
su vida había sido gran devoto del arcángel Rafael, se multiplicaba
para atender a los enfermos y dar limosnas a los necesitados. Pero viendo
que su trabajo era insuficiente, pidió a la Virgen que enviara a san
Rafael para atender a los enfermos. El ángel se le apareció
bajo la figura de un joven de una extraordinaria belleza y le dijo: “Yo soy
Rafael y vengo a ayudarte. Tus oraciones y tus limosnas y, sobre todo, tu
humildad y caridad tienen un gran precio a los ojos de Dios; Dios ayudará
a esta ciudad con las dulzuras de su clemencia. Vete al obispo y dile que
ponga mi imagen debajo del campanario de la catedral y que exhorte a todos
a recurrir a mí. Inmediatamente, los enfermos serán curados,
a condición de encomendarse a la Reina de los ángeles. Todos
los que recurran a mi intercesión y
lleven mi imagen, serán librados de la peste y del impuro demonio
Asmodeo, que pierde a los hombres y los aleja de Dios”.
Simón fue corriendo a decírselo al obispo. La
ciudad obedeció la invitación de san Rafael y prometió
celebrar cada año una fiesta especial para recordar la celeste aparición.
Inmediatamente, la peste desapareció y la ciudad de Córdoba
fue consagrada a san Rafael. En una de sus plazas públicas se colocó
en 1884 una estatua monumental del santo arcángel como patrono y liberador
de la ciudad.